Historia de Calandra

por Invitado Lun Feb 04 2013, 23:22

Nombre: Calandra

Edad: Unos 3 milenios.

Criatura: Arpía.

Descripción: No mayor que 170 centímetros de pie, y 2 metros de envergadura con las alas abiertas. Tiene un cuerpo esbelto de mujer, aunque sus pies son los de un águila, con garras despiadadas que oculta en anchas botas. Envuelve su cuerpo en capas para ocultar unas alas marrón oscuro a su espalda, así como la dirección en que dobla sus rodillas, cual ave.

Tras entender que sus instintos están mal vistos por la Humanidad, se volvió mala a conciencia, y busca el dolor y el miedo entre esta raza. Simplemente disfruta con el sufrimiento ajeno y no sabe cuándo parar, ocasionalmente antes de matar a sus víctimas, con las cuales considera que juega: lanzándolas desde grandes alturas, provocándoles cortes, golpeándolas. Para acercarse con confianza a quien tenga la desgracia de despertar su interés, utiliza sus encantos y atributos, sus "armas de mujer", para luego pasar a las de animal. Cree que la crueldad que sufrió en su momento nunca podrá ser compensada.

Lugar de origen: Islas Estrófadas, Grecia.

Historia: Calandra nació de un huevo siendo águila allá en la Antigua Grecia. Un dios que se sentía solo la recogió del nido cuando aún no tenía plumas, y decidió en secreto tenerla como mascota, contra las normas del Olimpo. El águila, todavía joven, era su mejor amiga. Tanto que cada noche custodiaba sus sueños, y los protagonizaba con frecuencia. Y cada día, la deidad se disfrazaba de hombre, bajaba al plano terrenal y trataba de adelantar corriendo en campo abierto a su fiel amiga, perdiendo siempre. Era la única manera de divertirse sin levantar sospechas entre sus semejantes todopoderosos. Ella le iba a buscar agua y comida, pues el dios siempre quedaba agotado. La forma humana le pasaba factura.

Un día, llegó a sus oídos que un pájaro indeseable estaba robando alimento de la granja más cercana al campo en el que solían jugar. Fue a investigar al correspondiente granero, y halló con horror cómo el águila Calandra picoteaba los restos de un niño que había muerto por defender a su perro de sus afiladas garras. Indignado, el dios la maldijo y comenzó a transformarla en humana de aspecto extranjero para que pudiera ser castigada duramente por la intolerante sociedad: Sus alas se retiraron a la espalda para ver nacer dos brazos, su pico cambió a nariz, sus ojos se acercaron, su columna vertebral se alargó enormemente, la cola desapareció, y todas las plumas del cuerpo subieron a su frente para convertirse en una melena de cabello humano que bajó hasta alcanzar su espalda entonces cubierta por una piel morena.

En mitad del proceso, una muchedumbre irrumpió en el granero, conocedora de la desaparición del infante. Todo cuanto pudieron ver fue a un hombre cerca del cadáver ensangrentado del niño. No pudieron perdonarle y la multitud le linchó hasta matarlo. Calandra había escapado justo al abrirse las puertas.
Desde arriba, distando tanto de ave como de humana, notó que la energía divina imbuyó su cuerpo: el dios había muerto, y ella, siendo la criatura no divina que más tiempo había compartido con él, heredó una longevidad sin precedentes para cualquier otro mortal.

Poco después del atentado, voló hasta posarse en la copa de un árbol. Miró su semi-transformado cuerpo. Después a la granja, situada a unos tres kilómetros. Pensó. Solo albergaba ira en su ser, tanto hacia el que consideró su amigo y acabó traicionándola, como hacia las personas que se lo habían arrebatado para siempre. Ella sólo había obedecido a sus instintos al querer cazar al perro, y pretendía ofrendárselo al dios.

Sacudiendo su cabeza, rompió el hilo de su pensamiento cuando ya era noche cerrada.
Un terrible graznido rompió el sueño de toda la familia del niño muerto, y su sombra tocó la granja por última vez antes de desaparecer en un cielo del mismo color que su corazón.